Finaliza el año. No un año cualquiera, al menos para mí. Es ahora cuando la opinión se divide en si el balance hay que realizarlo cada ~365 días o si por su parte debería de ser un concepto presente de una forma más regular. Escribo esto a día 26/12/2014, y he de decir que 2014 ha sido un año pasable que en comparación a 2013 y desde una perspectiva general iguala o supera con creces a lo más pasado.


Parto así esta reflexión anual anunciando que el año predecesor, 2013, no me gustó. En el momento que pienso en las cosas positivas de aquel nefasto año, tan solo recuerdo a un grupo de melenudos agitando la cabeza en Madrid un 26 de noviembre (¡casualmente hace 13 meses!) y a una de mis bandas favoritas tocar pocas horas después. Como "beneficio colateral" destaco a la gran cantidad de personas que tuve la ocasión de conocer, lo que en la realidad actual son relaciones inexistentes o que penden de escasos hilos denominados WhatsApps grupales a los que se realiza caso omiso. Ya está. No hay más. El año 2013 ha pasado con pena y sin gloria, lo que desde mi perspectiva actual califico de necesario. Lo que dicho año proyecta es una época de transición, lenta quizás, pero muy necesaria.

Se abre paso el "nuevo" año, en este contexto es 2014. Un comienzo extraño, sigue la tendencia negativa de 2013. Una desmotivación general es la dueña de mi cuerpo. Recuerdo con especial desencanto el primer día del año. Retomando el tema, posiblemente el primer cuatrimestre del año correspondería a la "época 2013". Llega entonces el gradual cambio del que aún me noto partícipe. La imperiosa necesidad de salir y disfrutar aquellas cosas buenas que están a mi alcance. No tanto como comerme el mundo, pero sí ser consciente de notar el hambre y actuar en consecuencia dando pequeños bocados, que progresivamente se transforman en ganas de devorar todo lo que se pueda devorar -no se aconseja la interpretación sexual de esta afirmación-. Las que hasta ahora se habían ganado a pulso el ser las épocas más tristes están siendo las épocas que más estoy disfrutando, con esto hago alusión al verano y a la Navidad. Podría quejarme del verano, de hecho es algo que llevo haciendo durante los últimos años. "Un largo período de aburrimiento sin fin definido" es lo que solía pensar, y ha bastado un exiguo puñado de días para darme cuenta de dónde están mis límites, de qué puedo llegar a hacer y de qué estoy haciendo. En este punto es cuando observo qué lleva las riendas del carro que guía mi vida por un maltrecho sendero y decido -el uso de la primera persona es vital- reconducirlo con objeto de ir a través del camino más cómodo. En este tramo de año, lo que tengo claro es que el camino no es el más agradable todavía, noto que me hallo en la curva que permite el tránsito entre el maltrecho sendero y el camino cómodo. Como curva, tiene un final, final cuya expectativa se vislumbra en 2015.

No recuerdo cuándo fue la última vez que esperaba con tal ilusión la llegada de un nuevo año. Puede parecer algo estúpido desde la mencionada perspectiva del balance periódico y no anual, y de hecho lo es. En mi defensa, alego que 2015 va a ser el año en el que culmine todo lo trabajado en la segunda mitad de 2014. No espero una fecha concreta, sí por su parte un incremento de la tendencia positiva que acarrea este final de temporada. Ese es el objetivo propuesto y por mis narices que voy a tener actitud para "atropellar coches".